‘Los protocolos de los sabios de Sion’, la mentira que no muere
SE CREARA
UNA GRAN ILUSION
LOS QUE SE
DEN CUENTA QUEDARAN COMO IDIOTAS
ENTREVERARAN
TODO, AQUÍ Y ALLA, ESTO Y AQUELLO…COMUNISMO CAPITALISMO, BLANCO –ROJO ETC
SI NOS VEMO
EN LA YECA, NOS HAREMO LOS DISTRAIDOS PA QUE LOS GILES NO SE CREAN QUE SOMO
AMIGO SOMO
LA GILADA
ESTARA EN BABIA
LOS VAMO A
ENTRETENÉ CON TV, PAYASOS, FOBAL Y CARNAVAL, CARAMELO
DULCE
Y NI AHÍ, TARÁN DISTRAIDO Y
ENTRETENIDO
SON
INORANTE
Y NOSOTRO
SOMO LO CRÁS SOMO
SALI DE AHÍ PICHI!!!!
FALTABA MA´´´
O SEA …LO
VAMO A JODER CHICO
APRONTENSEMENLON
Antisemitismo
A principios del
siglo XX aparecieron unos
supuestos planes judíos para
dominar el mundo. PARA
MUCHOS Era una
farsa de la inteligencia rusa

Mujeres judías en Linz, Austria, se exhiben en público durante el pogromo antijudío
El antisemitismo estaba claramente arraigado en la Europa de principios del siglo XX. Desde mediados del siglo anterior, el fenómeno había añadido un componente racial a la secular judeofobia sociocultural.
Esa judeofobia que aflora en el siglo XIX lo hace por el contexto económico, político y social experimentado en el continente a partir de la Revolución Francesa. Mientras el estado liberal se abre camino con la lenta consolidación de regímenes democráticos, las fuerzas conservadoras pugnan por conservar los privilegios que ostentaban en el Antiguo Régimen.
Las comunidades judías solían dar apoyo a los postulados liberales, dado que les garantizaban la paridad con el resto de la ciudadanía. Se concentraban por lo general en los grandes núcleos urbanos, donde muchos desempeñaban, precisamente, las denominadas “profesiones liberales”. Un puñado de ellos tuvieron un éxito muy notable y se enriquecieron. Es decir, se convirtieron en una de las caras visibles de los nuevos tiempos.
Por su parte, los conservadores más radicales atribuían el giro de los acontecimientos a las maquinaciones de determinados grupos, en especial a los judíos: eran los culpables de todo lo negativo de la modernidad.
El bastión del antisemitismo
A finales del siglo XIX, Rusia reunía los elementos para convertirse en el escenario de un movimiento judeófobo. Era el país con mayor población judía del mundo. Por otra parte, en el Imperio ruso, los judíos constituían una comunidad más tradicionalista que sus correligionarios del oeste europeo, a menudo laicizados.
Contrariamente a los rumores, la mayoría de los judíos rusos eran muy pobres. No obstante, con su cultura propia y la visibilidad de su aspecto (la barba y los rizos, los caftanes negros...) atraían fácilmente la aversión de los míseros campesinos rusos.

'Víctimas del fanatismo', cuadro de Mykola Pymonenko.
Rusia había sido, además, el bastión de la contrarrevolución en Europa. En este clima inestable, los judíos eran señalados como responsables de todas las dificultades. Esto se traducía en graves disturbios contra ellos, conocidos como pogromos, que llevaron a centenares de miles de personas a emigrar, principalmente a Estados Unidos.
Los peores altercados tuvieron lugar entre 1881 y 1884, cuando se les culpó sin ninguna razón del asesinato del zar Alejandro II, una acusación que se reforzó gracias al marcado antijudaísmo de su sucesor, Alejandro III.
Una oscura creación
Nicolás II llegó al trono en 1894. El nuevo gobernante Romanov también sentía un profundo desprecio por los judíos. No obstante, pronto sorprendió con algunas iniciativas reformistas que pretendían equiparar a Rusia con las grandes potencias. Este reformismo estaba dirigido por Serguéi Witte, ministro de Hacienda.
Witte se ganó enseguida la enemistad de los más reaccionarios en la corte. Estos círculos comenzaron a promover la idea de que una conspiración judía internacional buscaba modernizar el país para socavar los fundamentos de la sociedad rusa, y en especial el cristianismo ortodoxo. La esposa de Witte era de religión hebrea, lo que fue utilizado por sus adversarios para vincularlo con el teórico complot.
Entre el 29 de agosto y el 7 de septiembre de 1903 se publicó la primera versión de Los protocolos, con el título Programa para la conquista del mundo por los judíos. Fue por entregas, en un periódico de San Petersburgo, Znamya (Bandera). Su director, Pável Krushevan, era un defensor de la autocracia zarista y un convencido antisemita que había participado en varios pogromos.
Krushevan nunca reveló la identidad del autor o de quien le había facilitado aquella documentación sobre una presunta reunión de líderes judíos mundiales. Las entregas mostraban un plan de dominación a través del control de sectores clave, como la banca o la prensa, y del fomento de revoluciones en varios países. También describían cómo sería el futuro estado judío global.
Se decía que ‘Los protocolos’ eran las actas de reuniones secretas mantenidas durante el Primer Congreso Sionista
El impacto inicial de las entregas fue escaso. Sería en 1905 cuando Los protocolos ganasen fama y pasaran a ser conocidos ya con este nombre. La causa fue la tercera edición de la novela Lo grande en lo pequeño, de Serguéi Nilus, escritor vinculado a la policía secreta zarista, la Ojrana. Los protocolos se presentaban en el último capítulo de la obra, y su éxito se explica por un añadido que hizo el autor.
En Lo grande en lo pequeño, se decía que Los protocolos eran las actas de reuniones secretas mantenidas durante el Primer Congreso Sionista, encuentro auténtico celebrado en Basilea en 1897. Se acusaba a Theodor Herzl, padre de la idea de un estado de Israel en Palestina, de ser uno de los líderes de la conspiración judía mundial.

Theodor Herzl en un barco, llegando a las costas de Palestina en 1898.
La afirmación no tenía sentido. El congreso recibió una amplia cobertura por parte de la prensa, por lo que era improbable que unas reuniones así hubiesen pasado por alto. Además, las actas estaban escritas en francés, cuando el idioma de trabajo de la cumbre sionista fue el alemán (lengua materna de Herzl, que era austríaco). Pero los antisemitas de todo el mundo quisieron ver en este congreso una confirmación de que los judíos perseguían el dominio global.
La situación política rusa en 1905 también contribuyó a que Los protocolos resucitaran. La inesperada derrota del Imperio en su guerra contra Japón desencadenó una revolución cuyas raíces se hundían en la pobreza en que vivía buena parte de los campesinos y obreros del país. La inestabilidad aumentó con las demandas de diversos partidos (desde liberales hasta bolcheviques) de una mayor apertura política.
Este clima propició que los más reaccionarios agitaran de nuevo el fantasma de la conspiración hebrea, y el ministro Witte volvió a ser blanco de ataques. Las acusaciones contra los judíos fomentaron nuevos pogromos.
En paralelo, Los protocolos llegaron a manos del zar, que quedó impresionado por lo que en ellos se explicaba. Los rumores antisemitas tuvieron su efecto: Witte se vio desbordado por los acontecimientos. Al final, perdió la confianza de Nicolás II, que lo consideró un “traidor projudío”.
El presidente del Consejo de Ministros, Piotr Stolypin, encargó una investigación a la gendarmería que concluyó que Los protocolos provenían, en realidad, de los círculos antisemitas parisinos, y no de un presunto gobierno secreto judío.
El salto a la fama
La expansión de estos textos hacia Occidente llegaría con motivo de la Revolución de 1917. Los zaristas destacaban el papel que tenían algunos judíos en la cúpula bolchevique, como León Trotski. Era cierto que había un número notable de miembros de esta comunidad en los cuadros comunistas, aunque también lo era que se desmarcaban de las tradiciones y la religión –propia o ajena–, que consideraban algo del pasado que ataba al pueblo a supersticiones.
Por otra parte, las ideas promovidas por Los protocolos y otras publicaciones influyeron en las terribles matanzas de judíos que tuvieron lugar durante la guerra civil entre blancos (zaristas) y rojos (bolcheviques) de 1917 a 1923. Se calcula que murieron unas cien mil personas.

Voluntarios antibolcheviques durante la guerra civil rusa.
Los rusos blancos buscaron ganarse las simpatías de otros países que veían con recelo la revolución bolchevique, y optaron por difundir su propaganda antisemita por Europa. Repartieron ejemplares de Los protocolos entre los delegados de las potencias que acudieron a la Conferencia de Paz de París de 1919, al término de la Primera Guerra Mundial.
En 1920 se publicó en Gran Bretaña la primera edición de Los protocolos con el título El peligro judío, bien recibida por los sectores más reacios a los movimientos de izquierda. Pero sería en Alemania donde estos textos encontrasen mayor eco. La primera edición apareció en 1919. Los protocolos se identificaron como la prueba de que los judíos habían alimentado la guerra contra el II Reich desde la City de Londres.
Para los sectores más nacionalistas, la República de Weimar era un instrumento del poder judaico. Cuando, en 1922, se produjo el asesinato de Walter Rathenau, ministro de Exteriores alemán de origen judío, Willy Günther, el ultranacionalista ideólogo del magnicidio, explicó que él y sus correligionarios lo habían matado porque le creían al servicio de los sabios de Sion. También reconoció que se había inspirado en Los protocolos.
En Francia, los efectos no fueron tan dramáticos, pero sí duraderos. Las ediciones se sucedían a un ritmo vertiginoso –solamente en 1925 hubo 16–, y fueron un éxito de ventas hasta 1939. Mientras, en Estados Unidos, Los protocolos contaron con el patrocinio del mismísimo Henry Ford, que financió la publicación de 500.000 ejemplares. Las tesis antisemitas se difundían también a través del diario propiedad del célebre empresario, The Dearborn Independent.
Los hilos del montaje
Ha sido complicado para los historiadores llegar al fondo de Los protocolos. En diversas ocasiones se ha demostrado que eran falsos, pero tardó en averiguarse su procedencia exacta. Tras la primera investigación en Rusia en 1905, fue el diario británico The Times el que empezó a apuntar en la verdadera dirección.
En 1921, el corresponsal de la publicación en Estambul, Philip Graves (hermano de Robert, el autor de Yo, Claudio), contactó con un exiliado ruso que le desveló que Los protocolos eran una falsificación de la Ojrana zarista para una campaña de desprestigio de las comunidades judías. El periodista británico siempre mantuvo en secreto la identidad de esta fuente, a la que en sus escritos se refería como “Sr. X”.

Oficiales de la Ojrana zarista en San Petersburgo.
Además del testimonio del exiliado ruso, Graves obtuvo la ayuda de expertos del British Museum para contrastar la información. En tres artículos publicados en agosto de 1921, demostró que Los protocolos eran un plagio de un texto de 1864: Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu. Publicado por un abogado francés, Maurice Joly, se trataba de un ataque contra Napoleón III. El autor del posterior panfleto antisemita copió párrafos casi literalmente adaptando el discurso a sus intereses. Pero los frutos del desenmascaramiento solo se dejaron sentir con claridad en Gran Bretaña.
Mentira interminable
Los años treinta imprimieron nueva vitalidad a la extensión de Los protocolos por Europa. En Alemania, los nazis hallaron en ellos una legitimación de su discurso antisemita y los promocionaron a escala internacional. En Suiza, miembros de la comunidad judía llevaron a los tribunales a un grupo de nazis locales por difundir el texto. El proceso evidenció que era un plagio de Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu.
Los protocolos siguen siendo un referente para sectores antisemitas diversos: neonazis, grupos de extrema izquierda, islamistas
Ha habido ulteriores descubrimientos. En noviembre de 1999 se desveló, al fin, la autoría material de Los protocolos. Fue gracias al trabajo de Mijaíl Lepejin, historiador de la Academia de Ciencias Rusas de San Petersburgo. Tras indagar en distintos archivos, pudo demostrar que fueron obra del escritor Matvei Golovinski, que trabajaba para la Ojrana en París.
Pese a todo, Los protocolos siguen siendo un referente para sectores antisemitas de perfiles diversos: neonazis, grupos de extrema izquierda, islamistas. Han quedado enraizados en quienes aún quieren creer en la conspiración judía mundial. Como escribió Maquiavelo en El príncipe: “Los hombres son tan ingenuos, y responden tanto a la necesidad del momento, que quien engaña siempre encuentra a alguien que se deja engañar”.
Este artículo se publicó en el número 592 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.
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Los protocolos de los sabios de Sion
Los protocolos de los sabios de Sion | ||
---|---|---|
de Matvei Golovinski | ||
![]() | ||
Género | Alegato antisemita | |
Tema(s) | Teorías de la conspiración judía y international Jewish conspiracy | |
Idioma | Ruso y francés | |
Texto original | Les Protocoles des Sages de Sion en Wikisource | |
Editorial | ||
Ciudad | Imperio ruso | |
País | Imperio ruso | |
Fecha de publicación | 1903 | |
Los protocolos de los sabios de Sion (en ruso: Протоколы сионских мудрецов, transliterado como Protokoly Sionskij Mudretsov, usualmente abreviado a Сионские протоколы, Sionskie Protokoly) es un alegato antisemita falsificado123 publicado por primera vez en 1902, cuyo objetivo era justificar ideológicamente los pogromos que sufrían los judíos en la Rusia zarista.2
El texto, considerado una farsa, afirma ser la transcripción de unas supuestas reuniones de los «sabios de Sion», en la que estos detallan los planes de una conspiración judeo-masónica, que consistía en el control de la masonería y de los movimientos comunistas, en todas las naciones de la Tierra, y que tendría como fin último hacerse con el poder mundial. Los Protocolos son la publicación antisemita más famosa y más ampliamente difundida de la época contemporánea. «Hitler los tomaba como una ilustración de la existencia de los designios ocultos de los judíos, una demostración de su permanente mentira. Todavía hoy, el texto sigue circulando, en particular dentro de las redes islamistas, y resurge periódicamente entre los partidarios de la extrema derecha. Además, constituye uno de los grandes temas de la propaganda negra antisemita en Internet».4
En 1921, el diario británico The Times indicó que se trataba de un “torpe plagio” de la obra Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, o la política de Maquiavelo en el siglo XIX, de Maurice Joly (en la que manifiesta un complot de Napoleón III para dominar el mundo)56.
Este texto ha sido utilizado por individuos y grupos que pretenden inculcar el odio a los judíos.1378910
Los protocolos de los sabios de Sion son una falsificación de la Ojrana, la policía secreta zarista, y se publicaron por primera vez en San Petersburgo en 1902, aunque solo alcanzaron una distribución masiva a partir de 1917 con la finalidad de culpar a los judíos de los males de la guerra y de la Revolución rusa.11102112 Incluso había una copia entre los efectos personales de Nicolás II, encontrada tras su ejecución.11
El texto básico de Los Protocolos se compuso a mediados de la década de 1890 por orden de Piotr Rachkovski,[cita requerida] jefe de la delegación de la Ojrana en París. Se basa, en buena parte, en un panfleto contrario a Napoleón III publicado por Maurice Joly en 1864 y en la novela antisemita de 1868 Biarritz, escrita por Hermann Goedsche. Los rusos blancos llevaron los Protocolos a Occidente después de 1917 y, difundidos en Alemania por la prensa völkisch, dieron apoyo adicional a la «teoría de la puñalada por la espalda». Incluso antes de la llegada de Hitler al poder ya habían aparecido 33 ediciones alemanas.13
En diciembre de 1901 Sergei Nilus afirmó haber traducido al ruso unos textos que en conjunto tituló Los protocolos de los sabios de Sion. Durante los primeros quince años, los Protocolos tuvieron escasa influencia, pero a partir de 1917 se vendieron millones de ejemplares en más de veinte idiomas.14
Teóricos de la conspiración señalan que Los sabios de Sion se habrían reunido durante el Primer Congreso Sionista celebrado en Basilea, Suiza del 29 al 31 de agosto de 1897, el cual fue presidido por Theodor Herzl.15 Sin embargo, no existe evidencia que demuestre la existencia de una sociedad secreta con tal nombre. Los Protocolos pretenden ser las actas levantadas por dicha organización.16
En 1921 el periódico The Times declaró ser el primero en presentar pruebas concluyentes de que Los protocolos eran un plagio.5
«Los protocolos fueron extensamente discutidos y traducidos a muchas lenguas europeas. Su autenticidad ha sido frecuentemente atacada y se han alegado muchos argumentos para defender la teoría de que son una falsificación. En los tres siguientes artículos el Corresponsal de Constantinopla de The Times presentará por primera vez pruebas concluyentes de que el documento es en general un torpe plagio. El Museo Británico tiene una copia completa del libro, que se titula Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, o la Política de Maquiavelo en el siglo XIX. Por un contemporáneo, y se publicó en Bruselas en 1865. Poco después de su publicación el autor, Maurice Joly, un abogado y publicista parisino, fue arrestado por la policía de Napoleón III y sentenciado a 15 meses de prisión.» The Truth about "The Protocols", Prefacio, The Times, 1921.
El libro mencionado (Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu) es accesible hoy en día y, además del propio artículo del periódico The Times, existen otros ensayos comparativos entre ambas obras, como el de Jean-François Revel, que muestran que, en efecto, partes de Los protocolos parecen haberse escrito tomando como pauta la mencionada obra de Maurice Joly. Cabe mencionar, sin embargo, que ello no implica que se trate de un "torpe plagio" del libro de Joly, pues el mensaje y los objetivos de una obra y otra difieren claramente y las enormes repercusiones que tuvo el “plagio” en cuestión ponen de manifiesto que poco tenía de torpe. Por otro lado, tampoco se puede deducir de este artículo que el autor original de dicho plagio fuese la Ojrana, aunque sí se vincula con Rusia, tomando como partida el hecho de que Los protocolos se publicaron en Londres con el título de El peligro judío, el cual era una traducción de un libro publicado en 1905 en Rusia por Sergei Nilus, de quien en el mismo artículo de The Times se dice que era:
«un funcionario del Gobierno que declaró haber recibido de un amigo una copia de una recopilación del acta de una reunión secreta, celebrada en Paris por una organización judía que estaba tramando derrocar la civilización para establecer un Estado Judío mundial.» The Truth about "The Protocols", Prefacio, The Times, 1921.
A continuación se añade que «Estos “Protocolos” atrajeron poca atención hasta ó después de la Revolución Rusa de 1917, cuando la aparición de los bolcheviques, entre quienes había muchos judíos profesando y practicando doctrinas políticas que en algunos puntos se parecían a las defendidas en los “Protocolos”, llevaron a muchos a creer que el presunto descubrimiento de Nilus era genuino."»5
La conexión que The Times hace con la Ojrana se basa en el testimonio de "Mr. X, quien no quiere que se conozca su verdadero nombre". Este testigo afirmaba que unos pocos meses antes (de la publicación de The Times, agosto de 1921) compró libros antiguos a un exoficial de la Ojrana y que entre estos libros se encontraba el de Maurice Joly.5
Este libro, según su prefacio, era original de 1864 en Ginebra y fue apodado "Los diálogos de Ginebra".
Aparte de esto, no se añaden más evidencias, y como consecuencia lo único que se puede afirmar, aun tomando por bueno el testimonio de Mr. X, es que el libro de Joly había llegado a Rusia. Es por ello que el mismo periódico reconoce, al encabezar sus conclusiones, que no hay evidencias de cómo Los diálogos de Ginebra llegaron a Rusia y que, por tanto, el resto no es más que una teoría.5
La importancia del artículo reside en que demuestra la vinculación de Los protocolos con la obra de Joly, pero no se aporta ninguna prueba de que el autor del plagio original fuera la Ojrana, y es solo una teoría más entre muchas otras, y será contradicha por autores posteriores, como el ensayista e historiador francés Henri Rollin, quien también sugiere que Los protocolos tendrían un origen antisemita en su obra El Apocalipsis de nuestro tiempo (1939) y, sin embargo, considera que habrían sido redactados en París entre los años 1897 y 1898 (por grupos antisemitas).[cita requerida]
Lo cierto es que, a día de hoy, aún se desconoce a ciencia cierta su verdadero origen, y las teorías sobre el mismo son tan numerosas que no se puede sentenciar que se haya probado nada: tan solo lo que algunos autores y medios afirman.[cita requerida]
La mayor parte de los escritos en los Protocolos fueron plagiados del libro Dialogue aux enfers entre Machiavel et Montesquieu (‘Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu’), publicado por el autor satírico francés Maurice Joly en 1864. Joly atacaba las ambiciones políticas de Napoleón III utilizando a Maquiavelo como una sinopsis diabólica en el infierno, como un doble de sí mismo para poder dar su opinión acerca de Napoleón. El propio Joly parece haber copiado material de una popular novela de Eugène Sue, Los misterios de las personas, en la que los conspiradores fueron jesuitas. Los judíos no aparecen en ninguno de los dos trabajos. Puesto que era ilegal criticar a la monarquía, Joly imprimió el folleto en Bélgica y luego trató de pasarlo de contrabando a Francia. La policía confiscó un gran número de ejemplares. Joly fue juzgado el 25 de abril de 1865 y condenado a 15 meses de prisión. Joly se suicidó en 1878.112
Los Protocolos utilizan un sospechoso lenguaje autoinculpatorio –nadie escribe así de sí mismo y sus intenciones– y el texto está plagado de generalizaciones, lugares comunes y simplezas. Pero los Protocolos calaron hondamente en el antisemitismo europeo, y millones de personas los creyeron a pies juntillas –algunos siguen haciéndolo–, pues básicamente solo “confirmaban” por boca de supuestos judíos y masones.
Hoy se sabe que los Protocolos de los Sabios de Sion son en gran medida un plagio de la obra de Joly, que se publicaron en un diario de San Petersburgo en 1903 por Paul Krushevan, editor ultraderechista, racista y antisemita que había participado en varios pogromos –persecuciones, apaleamientos y asesinatos de judíos rusos– y sentía un odio visceral por la estirpe de los hebreos, así como por el progresismo político que caracterizaba a muchos de sus representantes, y también a los masones de su tiempo. Los Protocolos fueron un éxito instantáneo, pues venían a confirmar –falsamente– los miedos y sospechas de millones de personas incapaces de entender la enormidad de los cambios políticos y sociales de los siglos XVIII, XIX y XX. La Ojrana los utilizó ampliamente para tratar de convencer al pueblo y al Zar de que los afanes para la democratización de Rusia eran en realidad una conspiración judeomasónica. La revolución bolchevique de 1917 barrió todo ello, pero para entonces los Protocolos habían llegado a la Europa Occidental y tuvieron un papel fundamental en el antisemitismo de regímenes como el nazi y el fascista que surgirían a continuación. Ninguno de ellos quiso observar las similitudes con los libelos de sangre tan corrientes en Europa desde la Edad Media.12
La novela de Hermann Goedsche, Biarritz, escrita en 1868, fue la otra fuente para inspirar al escritor de los Protocolos. En el capítulo «El cementerio judío de Praga y el consejo de representantes de las doce tribus de Israel», Goedsche escribió acerca de una reunión nocturna entre los miembros de una misteriosa cábala rabínica que describía cómo, a medianoche, el Diablo aparecía ante los que se habían reunido en nombre de las Doce Tribus de Israel para planear una «conspiración judía». Su representación es también similar a la escena de El collar de la reina, de Alexandre Dumas (padre), donde el Conde de Cagliostro y sus cómplices tramaron el asunto del collar de diamantes.
Como Biarritz apareció casi al mismo tiempo que Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, es muy posible que Goedsche se inspirara en el panfleto de Joly, especialmente en el que detalla los resultados de la reunión secreta.17
En 1949 el hispanista neerlandés J. A. van Praag llegó a la conclusión de que Hermann Goedsche debía conocer la obra del escritor español del Siglo de Oro Francisco de Quevedo titulada La Isla de los Monopantos, un relato de ficción satírica dirigido contra el Conde-Duque de Olivares, valido del rey Felipe IV, en el que se cuenta la historia de la reunión secreta de los rabinos de Europa con los cristianos que están dispuestos a colaborar con ellos -los "monopantos"- para apoderarse del mundo. Esta relación es considerada probable por el hispanista francés Joseph Pérez.2
Gonzalo Álvarez Chillida, historiador español, también cree probable la hipótesis de van Praag, ya que Goedsche "era un hombre interesado por los temas hispanos, como lo demostró en dos de sus novelas, tituladas Villafranca y Puebla". Así, lo que Quevedo concibió como una fantasía satírica, "inspirándose sin duda en el supuesto complot de los conversos, revelado por la Carta de los judíos de Constantinopla", de Juan Martínez Silíceo, en el siglo XIX algunos antisemitas, siguiendo la estructura y contenido de los Monopantos, lo convirtieron en auténticas reuniones judías secretas.18
Goedsche, un reaccionario de las Revoluciones de 1848, perdió su puesto de trabajo en el servicio postal de Prusia después de la creación de pruebas para implicar al líder demócrata Benedict Waldeck de conspirar contra el rey. Después de su despido, Goedsche comenzó una carrera como columnista conservador, al tiempo que escribía obras literarias con el seudónimo de Sir John Retcliffe.19 Goedsche fue espía de la policía secreta de Prusia.20
Los Protocolos es una obra de ficción, escrita intencionalmente para culpar a los judíos de una variedad de males. Los que la distribuyen afirman que documenta una conspiración judía para dominar el mundo. Pero la conspiración y sus presuntos líderes, referidos como "los sabios de Sion", nunca existieron.371
En la Biblioteca Británica se conservan 43 ediciones distintas. El ejemplar ruso de 1905 se encuentra con el número 3296 d. 17, y lleva el sello de entrada «British Museum, 10 de agosto de 1906».2122El libro ruso es un ejemplar en octavo, encuadernado en piel negra y consta de 417 páginas. Los Protocolos forman en esta obra sobre el Anticristo de Serge Nilus el Apéndice XII bajo el título «El Anticristo como posibilidad política inmediata». Los protocolos de los sabios de Sion", 1902-1903 r. r.
El texto está dividido en 24 «protocolos» que —según el periódico Morning Post del 17 de julio de 1920— comprenden aproximadamente 20 000 palabras y corresponden a las páginas 305 a la 417. Algunos de los temas referidos en el texto son los siguientes:
Temas | Protocolos |
---|---|
Libertad ficticia en la política.23 | 1 |
Promoción de tendencias subversivas en la ciencia y el arte.24 | 2 |
Guerras económicas.25 | 2 |
Guerras mundiales y conflictos internos. | 7 |
Revoluciones mundiales. | 15 |
Derechos ficticios para las masas. | 3 |
Establecimiento del comunismo. | 3 y 9 |
Control de la prensa | 2, 7, 9, 10, 12, 13, 17, 19 |
Corrupción de la política de los no judíos y de sus leyes26 | 9 |
El triunfo judío por medio del voto del pueblo, sufragio universal y despotismo de las masas.27 | 10 |
Libertad, igualdad y fraternidad. Véase también: Liberté, égalité, fraternité28 | 1, 9 |
Inestabilidad de las constituciones. | 3 |
Charlatanería parlamentaria.29 | 3 |
Entorpecimiento de los jóvenes mediante una educación fundada en teorías y principios falsos.30 | 9 |
Promoción de distracciones para evitar la reflexión en los gentiles: juegos, diversiones, pasatiempos, prostitución y actividades deportivas.31 | 13 |
Destrucción del cristianismo y las demás religiones, decadencia de la fe religiosa en general y el culto al dinero.3233 | 4, 17 |
Descrédito de los sacerdotes cristianos, disminución de su influencia.33 | 17 |
Importancia y acumulación del oro.34353637 | 2, 3, 4, 5, 14, 15, 20, 22 |
Importancia del antisemitismo para la causa.38 | 9 |
Educación superficial y abolición de la libertad de enseñanza, del pensamiento crítico.3940 | 5, 15 |
Manipulación y falsificación de la Historia.41 | 16, 19 |
Anarquía entre los obreros y su habituación al alcohol y encarecimiento de productos de primera necesidad.42 | 6 |
Control de la economía por vía de la especulación.4344 | 4, 6 |
Crisis económicas, generación de deuda por medio de empréstitos.4546 | 20, 21 |
Monopolios. | 5, 6 |
Gobierno mundial. | 5, 6, 9, 10 |
Destrucción de nacionalidades, fronteras y de la diversidad de monedas.47 | 10 |
Prohibiciones de las sociedades secretas. | 15 |
Propagación de ideas, como darwinismo, marxismo, nietzscheísmo, liberalismo, socialismo, comunismo, anarquismo, etc.484950 | 2, 9, 10, 12, 15 |
Propagación del materialismo. | 16 |
Establecimiento final del orden y del verdadero bien, los judíos son los bienhechores de la humanidad, pues está predestinado por Dios.51 | 22 |

La creación de este documento se ha señalado como un claro ejemplo de la persistencia de las teorías conspirativas que, en una coyuntura política de crisis social, avivan los prejuicios y las fobias al proporcionar una coartada ideológica para el antisemitismo. Así, entre otras acciones, este falso texto inspiró la masacre de 60 000 judíos (a los que se responsabilizó de la Revolución de 1917) a manos de las autoridades bielorrusas.12
Una lectura del panfleto permite deducir que se trata de una fabricación poco lúcida:
- Posee un carácter autoinculpatorio (es decir, el narrador —un supuesto anciano de Sion— se culpa a sí mismo de los males del mundo).
- Carece totalmente de raíces lingüísticas y culturales judías (no parece escrito por un judío). De hecho, salvo la utilización reiterada de la palabra "goy", y su plural "goyim", no hay otra palabra en hebreo en todo el texto.52
Con todo, el mito traspasó las fronteras de Rusia, y aún hoy en día hay quienes todavía consideran que la organización secreta es real debido a que piensan que algunos de los planes referidos en los protocolos se han cumplido.1
En 1921, tiempo en que los Protocolos eran ampliamente difundidos por el multimillonario estadounidense Henry Ford y cobraban más popularidad, un miembro de la redacción del diario Times de Londres, Philip Graves, quien se encontraba entonces en Estambul, encontró por casualidad a un misterioso ruso que encubrió su identidad con el nombre de «Mr. X»53 el cual le entregó una copia gastada de un libro en francés titulado Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu o la política de Maquiavelo en el siglo XIX escrito por Maurice Joly.54
El 16, 17 y 18 de agosto de 1921, el Times de Londres publicó una serie de artículos en donde se informaba que «los Protocolos [...] son sólo un torpe fraude escrito por un plagiario inconsciente que parafraseó un libro publicado en Bruselas en 1865».
Los «protocolos» 1 a 19 siguen de cerca el orden de los capítulos 1 a 17 del Diálogo en los infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, con algunas excepciones. En algunos lugares, el plagio es irrefutable:
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Otro ejemplo es la referencia al Dios hindú Vishnú, que aparece exactamente dos veces en los Diálogos en los infiernos y en los Protocolos:
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Además de mencionar a Vishnú, cosa muy improbable en la literatura religiosa judía, y la falta de citas talmúdicas que serían de esperar en el mismo, hay referencias textuales al «Rey de los Judíos», la semimesiánica idea que conlleva fuertes connotaciones de Jesús, sugieren que el autor no estaba muy bien versado en la cultura judía, ya que este término se ha evitado en la tradición judía desde el cisma entre el judaísmo y el cristianismo.
Una vez que Philip Graves reveló la medida de la similitud entre los dos textos, se hizo evidente que los Protocolos no son un documento auténtico.
Graves se dio cuenta inmediatamente del parecido extraordinario entre los Diálogos de Joly y los Protocolos de Nilus. Había párrafos enteros que habían sido copiados literalmente, mutatis mutandis por el cambio entre diálogo (entre los dos franceses) y monólogo (del «sabio de Sion»).
Graves había hecho un descubrimiento de la mayor importancia. En tres largos artículos publicados en el Times de Londres de los días 16 a 18 de agosto de 1921, reveló la verdad sobre la falsedad de los Protocolos.
Graves demostró que el autor, quizás el mismo Nilus, había simplemente plagiado los Diálogos de Joly, cambiando el original y agregando material (en parte copiado de Goedsche, otro autor antisemita de mediados del siglo XIX) para servir a sus fines.
Los siguientes son otros ejemplos de estos plagios:
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En total hay más de 160 pasajes en los Protocolos (correspondientes a un 40% del texto total), que están evidentemente basados en pasajes en Joly. En nueve de los capítulos, el texto copiado alcanza a más del 50%.
Hay que señalar que a veces Nilus se equivoca, pierde el hilo y no entiende quién está hablando, ya que mezcla los juicios contradictorios de los dos personajes de la obra de Joly.[cita requerida]
En enero de 1938 el sacerdote católico francés Pierre Charlés publicó en la revista Nouvelle Revue Théologique un artículo comentando la influencia de los Protocolos en el sempiterno antisemitismo europeo:
Si se los toma como un programa, los Protocolos [...] son sólo una serie de divagaciones sin importancia, que delatan a cada momento la incoherencia del redactor y su ignorancia de las nociones más elementales. Nadie podría jamás llevar a ejecución ese programa, porque hormiguea de contradicciones y de visible insania. Está comprobado que estos Protocolos son una falsificación, plagiada torpemente a partir de la obra satírica de Maurice Jolý y compuesta con el fin de hacer odiosos a los judíos, excitando contra ellos las pasiones más irreflexivas y ciegas.El Congreso Sionista de Basilea (Suiza) de 1897 no tuvo nada que ver con la composición del panfleto ruso. Se puede discutir sobre el fin perseguido por el autor de la falsificación: parece relacionado con la situación interna de Rusia y con el manifiesto zarista del 30 de octubre del mismo año.
El odio es como la legendaria túnica envenenada de Deyanira, de la que su esposo Hércules nunca logró desprenderse. El odio es el tesoro que el hombre más ferozmente guarda; y el hombre lapida con rabia a aquellos que intentan arrebatárselo.
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